miércoles, 9 de junio de 2010

Ríos y vías vacías

Estábamos tumbados en la vieja estación y hacia un calor del demonio.
Tumbados al resguardo de un muro que nos daba sombra.
Callábamos y mirábamos de nuevo al cielo, saboreando el momento.
Nos habíamos quitado las camisetas y ahora eran una almohada perfecta.
Y no decíamos nada.

Era el verano y el sol apretaba,
a no ser que te bañases en alguna piscina.
Pero a nosotros no nos gustaban las piscinas.
En días de mucho calor nos íbamos a bañar al rió
y andábamos por la soledad de los caminos, entre las piedras mojadas
y entre los huertos cada vez mas abandonados.

Si tal vez necesitábamos sombra corríamos al amparo de un árbol
o de alguna casa en ruinas, llena de graffitis
normalmente pintados por nosotros.

Esa tarde empezó a soplar un viento que junto al calor
daba la sensación de estar con la calefacción a toda pastilla.
Pero solo mirábamos al cielo, no teníamos nada que hacer.
Nada de lo que el resto quería que hiciéramos.
Vivíamos felices y vivíamos el momento.
Ellos vivían entre estrés para un futuro incierto.

De repente una sombra se cernió tapándonos el cielo
y un ruido silencio la paz del momento.
Un tren cruzaba las solitarias vías.
Un tren que como hacia mucho tiempo no iba a parar.

Solo entonces hable.

-- Nunca hemos probado a pintar en un tren.
-- Pero aquí no paran los trenes...

No hay comentarios:

Publicar un comentario