martes, 14 de diciembre de 2010

No volverás a Villaespino

Hoy traigo una vieja perla encontrada rebuscando por mis correos antiguos.
No volverás a Villaespino es de los primeros relatos que escribí. Aunque este se lo pase a un colega para un trabajo. Después de los años leyéndolo me da la impresión de que estoy leyendo el texto de otra persona.
Espero que lo disfrutéis.




El amanecer se cernía sobre Villaespino, tal y como había hecho siempre. Los tempranos rayos de sol se colaban entre las piedras cubiertas de hierba restos de un glorioso pasado. Allí donde acostumbraba a haber bullicio y actividad, donde transcurría la vida, junto al hogaril. En ese lugar donde se habían contado tantas y tan buenas historias de las frías noches de invierno hasta las frescas noches de verano. Pero esas voces se perdieron ya en el silencio. Nada es como entonces, los campos ahora marchitos y sin vida no son ni un reflejo de lo que fueron ayer. Los viejos aperos de labranza toscos y pesados se amontonaban en los almacenes, testigos de antiguos esfuerzos y sacrificios ahora cubiertos por polvo y telarañas. Ningún alma por ese sitio, ya casi propiedad exclusiva de matorrales, hierbajos y telas de araña. Los recuerdos bajaban tristes y solitarios por los viejos caminos y senderos sepultados entre malas hierbas. Hace mas de veinte años murió el ultimo habitante de aquel pueblo, solo y triste pero orgulloso. “El ultimo de Villaespino” lo llamaron. El ultimo, porque hubo un primero y muchos después. El hambre, la enfermedad y la falta de trabajo mermaron aquella población. La gente marchaba a la ciudad en busca de trabajo, para unos era dejar atrás una vida de recuerdos, para otros una oportunidad del destino. Así uno a uno los habitantes de la antigua y noble villa de Villaespino fueron abandonándolo. La soledad campaba a sus anchas y faltaba vida. Ningún niño volvió a pisar Villaespino. Las historias se perdieron, la lengua, la identidad, las experiencias, las vidas, las costumbres...

Sentado en lo que antaño fue el banco de la plaza mayor, mire el desolado paisaje. “Bienvenido al pueblo de Villaespino, aunque Villaespino nunca volverá para saludarte.” Pensé para mis adentros. Me levante y respire hondo, en mis manos llevaba una enorme llave oxidada ya por el paso del tiempo, la llave de la casa de la familia. La misma llave con la cual abrieron la misma puerta mis padres, mis abuelos, los padres de mis abuelos...y así hasta que se pierde la memoria. Mi padre me dejo en herencia aquella llave junto a un montón de historias y recuerdos. Recorrí las calles hasta llegar a mi coche. Me costo salir de aquel sitio, tenia la sensación de que el pueblo me miraba con pena, como si fuese la ultima persona a la que mirase un moribundo en su lecho de muerte apurando sus últimos segundos de vida. Villaespino estaba acabado, recibió resignado su sentencia de muerte mucho antes de que yo pisara aquellas tierras.
Aun así saliendo ya del pueblo me pregunto si volveré a pisarlas o mis pasos pasaran al olvido.

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