Jorge llega otra vez cansado del trabajo a casa
esta vez esta terriblemente agotado,
lleva todo el día actualizando un software obsoleto
del año catapunchimpum.
No tiene muchas ganas de nada
y cada vez se encuentra mas ausente.
Sube por el ascensor hasta el octavo,
se mira en el espejo, cansado y bostezando.
Allí esta el bien peinado y trajeado,
con su corbata y su camisa blanca e impecable.
Tiene ganas de subir a la azotea
con su ordenador del trabajo
y estamparlo contra el suelo de la calle.
Contestar el teléfono y poder decir
“¿Si es usted tan inútil
porque diablos se compro un ordenador?”
Su vida es un estress continuo
acaba con el los fines de semana
y lo deja cansado.
Y los días se suceden uno a uno,
idénticas copias fabricadas en serie.
La misma silla, el mismo ordenador, la misma oficina,
los mismos clientes tan incapaces de saber nada.
Por fin el ascensor llega a su piso.
Jorge contempla el rellano y lo ve vacio
aunque demasiado limpio de lo normal.
Mientras abre la puerta de su piso
ve salir a la vecina con muchas prisas.
Ella tiene que tener su edad pero a penas
la conoce de nada, a pesar de que parece muy amable.
Le saluda brevemente con una sonrisa
y entra dentro de su casa.
El sabe que ella es demasiado inalcanzable.
Lo primero que hace es dejar su chaqueta en una silla.
Se descalza y tira sus zapatos por la habitación
sin preocuparse donde o como han caído.
Se desnuda y se quita ese pesado traje,
después se pone un chándal
y entonces se siente cómodo y libre.
Se acerca a la cocina y coge un refresco.
Como vive solo tiene toda su casa perfectamente ordenada.
Quizás sea esa una de sus manías como informático,
esa y programar con fondo negro y letras claras.
Como esta acabando el invierno apenas hace frió fuera
así que se permite la licencia de ir al balcón
y asomarse a contemplar la ciudad desde lo alto.
Desde allí casi todos los edificios parecen altos e iguales,
como panales de abejas, aglutinados.
Hace mucho que necesita unas vacaciones.
Los sueños que trajo los primeros días
se habían perdido entre los edificios
de esa asquerosa ciudad y la rutina que los envuelve.
Añoraba el pueblo y añoraba sus sueños,
pero eran demasiado imposibles,
mil veces mas que su vecina,
tanto como es de pequeña una piedra en el camino
comparada con una catedral.
Desde siempre había querido montar algún negocio
en su pueblo natal, pero eso no tenia futuro alguno.
Pero su frustración no se la llevaba el viento,
escribía y escribía con rabia,
eso era su segundo talento
y su vía de escape.
Las cosas le iban bien cuando escribía artículos
para el fazine de Kar.
…
Oscar despierta sobresaltado.
Se había quedado dormido en una de las mesas de el fondo.
Al parecer y menos mal nadie se había dado cuenta.
Enseguida cogió su cámara, pero no había nada que fotografiar.
Alguien se había colado en la boda
y lo habían descubierto
en el momento en el que todos los comensales del banquete
están los suficientemente bebidos
como para hacer algo de lo que luego arrepentirse.
El padre de la novia, un madridista de pura cepa,
con puro en boca y copa a rebosar en la mano
de algún wisky caro,
había descubierto al intruso
tirando los tejos a una prima lejana
y contando chistes malos sobre su equipo.
Así que cuando su engaño cayo por su propio peso
el padre se lanzo al cuello del intruso
y se armo el belén...
Aunque todo lo que se salia de la rutina diaria
era bien recibido en su vida,
Oscar veía con resignación que todo el trabajo de su vida
solo le servia para acabar como fotógrafo
en las bodas mas surrealistas.
Sus sueños habían quedado ya muy atrás
y su vida se hacia muy pesada.
El llego a aquella agencia de fotos de barrio
de una ciudad de provincias,
supliendo a su tío que estaba a punto de jubilarse.
Su tío le había enseñado todo lo que sabia en fotografiá,
era un ejemplo a seguir
y casi como su segundo padre.
El fue quien le enseño a trabajar en el mundo de la BBC
(Bodas, Bautizos y Comuniones).
Pero a el no le gustaba ese mundo
lleno de falsedad y despilfarro.
De gente que gastaba mas de lo que debía,
que bebía mas de lo que podía
y que aparentaba estar mejor de lo que realmente estaba.
Así que sus fines de semana los ocupaba
asistiendo a los mejores momentos
de las personas que ni si quiera conocía
y que fácilmente olvidaba.
Y entre semana encerrado en el estudio
o atendiendo a los clientes,
siempre a la sombra de un encargado.
Ese era y no era su mundo,
le llenaba tanto como le hacia sentir vacío.
Pero su ilusión era otra,
era ir a su pueblo y fotografiarlo entero
como lo hacia de niño con su tío.
Cuando el jolgorio se calmo
y el intruso se había ido con posiblemente algo roto,
empuñando una de sus mil sonrisas fingidas,
cogió la cámara y siguió con su trabajo.
Hoy tenia hambre,
así que a diferencia de otros días
comió su trozo de tarta.
La boda seguía y algunos parientes
bajo el efecto del alcohol no paraban de hablar
sobre asuntos que poco le importaban
pero que debía de escuchar por educación.
…
Kar se levanto a eso de las doce
aunque sabia que apenas había dormido.
Para desquitarse de su atontamiento matutino
se pego una ducha de agua fría
y desayuno con un extra de café.
Bajo a por el periódico del día
y en casa se leyó las noticias
de alguna web de información alternativa por Internet.
Después ordeno un poco su cuarto.
Su piso lo compartía con algunos compañeros de trabajo.
Por costumbre, nunca se comía en el piso.
Así que cuando vio que eran casi las dos
bajo a el garito para ir a comer.
Su jefe y otro camarero estaban preparando la comida
y el otro camarero estaba hoy encargado de limpiarlo todo.
Así que se sentó en uno de los taburetes pequeños
al lado de una mesa pequeña también
de madera oscura y desgastada de vieja que estaba.
No era usual ver el garito tan limpio y vacío,
pero uno se acostumbraba,
era casi como su segunda casa.
Hoy tocaba espaguetis
todo iba como siempre
hasta que en mitad de la comida
el dueño del garito saco unas cuantas revistas pequeñas
de una mochila que tenia apoyada en una pared.
- Estos son los últimos ejemplares Kar.
Y son un éxito. El hijo del alargao
que estudia en la universidad
dice que se los quitan de las manos.
- Cojonudo. - Respondió Kar.
- Tio lo dices como si te importara una mierda.
Tu y tu otro amigo tenéis talento.
No me quiero ni imaginar como serian tus historias
si realmente las pudieses rodar...
- Ese es el puto problema, que no puedo rodarlas
así que hasta que no las ruede serán guiones
y los guiones solos no valen una puta mierda.
El jefe cayo porque sabia que Kar tenia razón.
La noche cayo y después de cenar en un kebab
Kar bajo a hacer su turno de noche.
Los sueños de su vida
se habían escapado por las alcantarillas
de esta ciudad que tanto odiaba
como le volvía loco.
Toda su vida había querido rodar una película
y huir de su pueblo.
Un día huyo de su pueblo
y dejo su vida atrás.
Gastando sus noches como camarero
consigo ahorrar lo mínimo
para poder rodar algo decente.
Pero nunca ganaba ningún concurso,
su talento se desperdiciaba
y cada idea la debía de tirar o escribir
por falta de presupuesto.
Ahora allí estaba, currando en un garito
sin apenas para pasar el mes.
Cambiando sus sueños
por unos de tercera
como el escribir historias
en un fazine underground.
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